Colecciones juveniles de Editorial Molino

Cubiertas de la colección Alfred Hitchcock presenta... Los tres investigadores, de Editorial Molino (Ilustradas por Badía-Camps y Miralles) 

Fruto de la corriente anglófila que recorrió el mercado español de los '80, todo joven de la época quería ser: miembro de un club (como el de Los cincoLos Goonies), dueño de un refugio secreto (como la batcave, de Batman) y detective (como Sherlock Holmes). Estos tres requisitos eran los que reunían los héroes juveniles Jupiter Jones, Pete Crenshaw y Bob Andrews (Los Tres Investigadores, una serie de libros juveniles de misterio publicada en España en los años '80 por la Editorial Molino).
Los Tres Investigadores narra las aventuras de los tres personajes creados por Robert Arthur (aunque otros autores, como William Arden o M.V. Carey, fueron escribiendo nuevos libros de esta colección tras la muerte de su creador). La serie se presentaba como Alfred Hitchcock y los tres investigadores.
Jupiter Jones (Jupe), es el cerebro del grupo. Es inteligente, rollizo, con una memoria a toda prueba y con grandes habilidades deductivas. Jupiter es huérfano y vive con su tío Titus Jones y su tía Matilda en el Patio Salvaje, un negocio de chatarrería. 
Pete Crenshaw es el atleta del grupo. Se ve involucrado en todas las situaciones que requieren acción, pero muy a su pesar ya que no le gusta verse envuelto en nada peligroso. Su padre trabaja en la industria del cine. 
Robert "Bob" Andrews (Investigacion y Archivos) es el tercer investigador. Estudioso y meticuloso, lleva gafas y es el más joven de los tres miembros. Trabaja a tiempo parcial en la biblioteca local. Su padre es periodista.
Su tarjeta de visita era una cartulina verde que todos los lectores conocíamos bien y cuya aparición esperábamos con sonrisa de complicidad:
ARTHUR, Robert. Misterio en el castillo del terror (Col. Los tres Investigadores), Editorial Molino, Barcelona, 1984 (pp. 14-15) 
La chatarrería Jones (bautizada como "Patio Salvaje") era la excusa perfecta para proveer a los chavales de un auténtico equipo detectivesco, a pesar de que todos creíamos que con una lupa, unas pinzas y el libro Cómo Hacer de Detective íbamos a llenar las cárceles de delincuentes. Este grupo contaba con teléfono y contestador, utensilios para el revelado de fotos, microscopio, laboratorio de análisis y un Spectrum sin tiempo de espera en las cargas. Todo esto ya era increíble de por sí, pero lo que lo convertía definitivamente en un verdadero Olimpo era su ubicación: EL CUARTEL GENERAL, un viejo remolque alrededor del cual los muchachos habían ido amontonando chatarra, hasta que los tíos de Júpiter "olvidaron" que estaba allí (recurso similar a "No se sabe cómo, escapó" que usaban en las películas de la misma época). Aquello suponía un refugio tal para los chavales, que hasta sus propios padres desconocían su existencia (estupendo: si un día se derrumbaba la chatarra encima de ellos, tras angustiosas semanas de búsqueda, a sus padres les daría por mirar allí...)
Como "solo no puedes, con amigos sí" (spot de La Bola de Cristal, programa "infantil" de los '80), los héroes contaban con un elenco de aliados envidiable. Así, los hermanos bávaros Hans y Konrad, que además de trabajar en el Patio Salvaje acompañaban a los chicos cuando había que repartir leña. Worthington, el chófer del Rolls Royce cuyo derecho a disfrutarlo por un año había ganado Júpiter en un concurso de esos de adivinar el número exacto de judías en un tarro (más adelante un cliente satisfecho se ofrecería a pagárselo por tiempo indefinido). No obstante, este conductor aportaba, también, algo de leña de vez en cuando: llegaba, zurraba y se iba. Reynolds era el jefe de policía, una suerte de comisario Lestrade sin mayor relevancia. Finalmente, los padres de Pete y Bob, que hacían lo que suelen hacer los padres arquetípicos: dar buenos consejos, llevar en coche a sus hijos y hacerles bocadillos, además de dar con la clave del misterio involuntariamente las más de las veces. Y ya para rematar, la colaboración desinteresada de TODOS y cada uno de los niños de Rocky Beach, que constituían una red de informadores equiparable a los "Bajos Fondos" de Mortadelo, en lo que llamaban la "Transmisión Fantasma a Fantasma".
Las aventuras, siempre "misterios", solían incorporar algo tradicionalmente siniestro (Misterio de la Isla del Esqueleto), o bien extraño (Misterio del Loro Tartamudo), o bien ambos (Misterio del Éxito de Cradle of Filth). Como suele pasar, los títulos cumplían la función "llamada de atención", y en muy pocas ocasiones el título era verdaderamente representativo. Además, todas las apariciones terroríficas (como el Caballo Decapitado, la Calavera Parlante u Olympia Dukakis) eran siempre fruto de un disfraz, truco mecánico o eléctrico, o mediante claroscuros y sombras: una bicicleta vieja puede parecer un mastín esquelético que gruñe por la noche. La línea argumental partía, por lo general, de un anuncio en el periódico, un amigo de un amigo que necesita ayuda o los Investigadores se cruzan con algo sospechoso por pura casualidad. Después, empiezan las pesquisas y el malo (que suele ser un malo per se, rara vez el malo era uno haciéndose pasar por bueno) los amenaza si no dejan de entrometerse. Siguen las investigaciones y uno o dos de los chicos desaparecen (capítulo que en un arranque de originalidad solía llamarse "¡Prisioneros!" o "¡Encerrados!"). Hay forcejeo, son liberados, y llegando al desenlace, cuando todo está claro para Júpiter, hay una persecución en la noche y llegamos al inevitable final feliz, ese que en la tele termina con todos riéndose y EXECUTIVE PRODUCERS sobreimpreso en la pantalla. Seguro que lo malos lo hubieran conseguido, de no ser por esos mocosos entrometidos y su chófer.
Cabecera de la colección Los Tres Investigadores
¿Y Alfred Hitchcock? El famoso director de cine, a quien las portadas de las ediciones españolas representaban con cara de suplicio, sólo prestaba su nombre a la colección (apareciendo éste más grande que el de los propios investigadores) y servía de reclamo a saber para quién, ya que los niños tampoco nos dejábamos deslumbrar por un nombre que nos daba más o menos igual porque aún éramos niños y no le conocíamos demasiado bien. Hitchcock, como ya hiciera en "Alfred Hitchcock presenta…", tenía a su cargo la introducción de cada libro y siempre aparecía ya en el último capítulo para que los Tres Investigadores le explicaran el caso (lo utilizaban para atar todos los cabos sueltos y de paso para que Júpiter se regodeara más en su perspicacia).


 
Alfred Hitchcock nunca tuvo una participación real en la colección, simplemente consentía (y "si consiente no es delito", como ya sabemos…) que usaran su nombre durante las treinta primeras novelas. A la muerte del director, y como signo de respeto, el personaje fue cambiado por el escritor ficticio Héctor Sebastián, aunque en España parece ser que los editores no se leían las novelas y seguían sacando a Hitchcock en la cabecera de sus cubiertas, consiguiendo que el que no supiera nada de la serie y cogiera un libro cualquiera a partir del 31 ("Misterio de la Paloma Mensajera", por ejemplo), se preguntara qué diablos tenía que ver Hitchcock en la ecuación. 
LOS TRES INVESTIGADORES 
AA.VV. Alfred Hitchcock presenta. Los tres investigadores (54 vol.) Editorial Molino, Barcelona, 1985-1990. La colección Los tres investigadores está compuesta por 43 novelas publicadas en Estados Unidos entre 1964 y 1987. Publicada en España desde principios de los años 70, fue una gran serie de misterio y suspense que llegaría a sumar un total de 54 títulos en nuestro país. Contó con la peculiaridad de ser escrita por diversos autores, lo que sin duda la hacía muy superior a todas las series juveniles de la década. En sus páginas encontramos a tres amigos: Jupiter Jones (perspicacia), Pete Crenshaw (valentía) y Bob Andrews (templanza), personajes creados por Robert Arthur. Estos muchachos californianos viven grandes aventuras al dedicar su tiempo libre a resolver misterios. En el primer libro de la colección, el camino de estos tres jóvenes investigadores se cruza con el del cineasta Alfred Hitchcock, al que ayudan a encontrar un castillo para el rodaje de su próxima película. Sin embargo, el castillo tiene algo de peculiar: se dice que está encantado por el espíritu de su último dueño. La resolución del misterio en torno a esta mansión da a los chicos la popularidad que necesitan para que su sociedad, Los Tres Investigadores, comience a ser tomada en serio por los adultos. El segundo volumen se considera la «biblia» de la serie, pues incluye el prólogo más exhaustivo en cuanto a descripción de los personajes que el lector puede encontrar. Entre los diversos autores que escribieron la obra podemos encontrar a Robert Arthur, Megan Stine y H. William Stine, G. H. Stone, Nick West, William McCay, M. V. Carey, Peter Lerangis y Marc Brandel.
El éxito de los Tres Investigadores se tradujo en 43 novelas (1964-1987), de las cuales sólo 10 pertenecían a Robert Arthur, el creador, repartiéndose el resto entre William Arden (pseudónimo del escritor Dennis Lynds, mediocre autor de novelas de misterio) y M.V. Carey. Otros escritores realizaron sus aportaciones, como Nick West, autor de dos de las peores entregas (Misterio del Dragón y Misterio del León Nervioso) y Marc Brandel, ya hacia el final de la saga, con tres novelas: "Misterio de la Paloma Mensajera", "Misterio de la Ballena Secuestrada"...
Tras la publicación en 1987 del "Misterio del Coleccionista Cascarrabias" (el que se escandaliza si alguien lee los tebeos, en lugar de guardarlos intactos en una bolsa de plástico), y con algunas apariciones en la saga "Elige tu propio misterio" (¿Quieres que Bob se limpie las gafas? Pasa a la página 32), se decidió jubilar a los tres héroes. Dos años después, con los tres chicos jugando al tute tranquilamente en su residencia, el desalmado William Arden (que se debía de estar muriendo de hambre), les metió en una francachela bautizada "Crimebusters" (1989-1990) que fue dando tumbos durante once libros (con poquísima gracia, la verdad) hasta estrellarse antes del lanzamiento de la duodécima aventura (que se llamaba "Lavado de Cerebro" y se rumorea que utilizaba técnicas sectarias para ganar lectores de forma oscura).
En Alemania, motivados quizá por el heroicismo patrio que representaban los hermanos Hans y Konrad y las aventuras de Júpiter, Pete, y Bob, continuaron, en exclusiva para este país, hasta 1998, alcanzando la friolera de 84 libros. Como para la mayoría de los mortales los Tres Investigadores desaparecieron en 1987, sólo nos queda de ellos un nostálgico recuerdo. 
MISTERIOS, DE ENID BLYTON
Diversos títulos de esta prolífica escritora británica de literatura juvenil fueron traducidos y publicados en España en la década de los '80. Algunas obras, incluso, han sido reeditadas en la actualidad para deleite de sus incondicionales. Misterio de... Editorial Molino, Barcelona, 1960-1962 [Trad.: Mª Dolores Raich Ullán / Cubierta de Noiquet / Ilustraciones: Carlos Freixas] Diez títulos conforman esta colección juvenil escrita por Enid Blyton. En uno de los más conocidos, Misterio de los anónimos, la monotonía de las vacaciones de los cinco jóvenes «investigadores» se ve interrumpida cuando los habitantes del pueblo donde residen comienzan a recibir unas desagradables cartas anónimas. El policía al mando tratará de que los chicos no se entrometan en la investigación, pero las habilidades detectivescas de Fatty y sus amigos les llevarán a desenmascarar al culpable. Algunos de los restantes títulos son: Misterio de la villa incendiada, Misterio del gato desaparecido, Misterio de la casa deshabitada, Misterio de la casa escondida, Misterio del ladrón invisible... 

GUILLERMO, DE RICHMAL CROMPTON 

CROMPTON, R, Guillermo (40 vol.), Editorial Molino, Barcelona, 1979-1981. Editorial Molino empezó a publicar las aventuras de Guillermo en castellano en 1922, es decir, antes de la guerra civil española. Por entonces la importante editorial barcelonesa se especializaba en novelas de aventuras y policíacas, y en libros infantiles y juveniles. La guerra interrumpió las ediciones que prosiguieron en Argentina. Más adelante, continuó la edición en España, ofreciendo poco a poco casi todos los libros de la original. En ningún país alcanzó la serie de Guillermo tanto éxito como en la España de los cincuenta, a través de la popular colección de Editorial Molino, ilustrada con los maravillosos grabados de Thomas Henry (cubierta e ilustraciones del interior). Es muy posible que la causa fuera la represión de los niños durante la España franquista, al sentirse identificados con la postura rebelde y anarquista de Guillermo. El escritor Javier Marías declaró una vez que se sintió impulsado a escribir gracias a la lectura de, entre otros, los libros de Guillermo. Richmal Crompton, su autora, fue una escritora inglesa especializada no sólo en libros infantiles, sino también en narraciones de terror. Diversos traductores estuvieron a cargo de esta obra en su edición de 1979: Guillermo López Hipkiss, C. Peraire del Molino, M.ª Dolores Raich, Montserrat Guasch y Jaime Elías.