El Abencerraje, de autor desconocido

El Abencerraje (novela y romancero), de autor anónimo. Cátedra, Madrid, 2005.
LA PROSA DE FICCIÓN
En la segunda mitad del siglo XVI, dentro de la literatura española, varias tendencias narrativas convivieron, todas ellas con notable éxito entre los lectores. Se contaban entre las más significativas, por su común aceptación por parte del público, los libros de caballerías, la novela pastoril, la picaresca, la morisca (El Abencerraje, 1551), la bizantina (de amor y aventuras), y la novela sentimental, cuyo auge es algo anterior en el tiempo. Se cultivaba, además, una narrativa épica en verso que abordaba hechos pasados y contemporáneos (La Araucana, 1569).
NOVELA MORISCA 
La novela morisca narra sucesos relacionados con las luchas fronterizas entre moros y cristianos durante la Reconquista. Los personajes, que rivalizan en cortesía y gentileza, son prototipos de nobleza y valor y los acontecimientos, en su mayor parte, imaginarios. El Abencerraje es, pues, una novela idealista. Se busca en ella un deliberado exotismo en las detalladas descripciones de los ambientes y personajes árabes. 
UN ORGULLOSO ESPÍRITU DE INDEPENDENCIA 
Al describir el linaje de los caballeros llamados Abencerrajes podemos destacar el antropocentrismo que es característico del Renacimiento ya que se le ve al hombre como centro de todas las cosas, el fin absoluto de la naturaleza y punto de referencia de todas las cosas.
«Hubo en Granada un linaje de caballeros, que llamaban los Abencerrajes, que eran la flor de todo aquel reino; porque en gentileza de sus personas, buena gracia, disposición y gran esfuerzo, hacían ventaja a todos los demás; eran muy estimados del rey y de todos los caballeros, y muy amados y queridos de la gente común. En todas las escaramuzas que entraban salían vencedores, y en todos los regocijos de caballería se señalaban. Ellos inventaban las galas y los trajes; de manera que se podía bien decir que en ejercicio de paz y de guerra eran ley de todo el reino. Dícese que nunca hubo Abencerraje escaso ni cobarde, ni de mala disposición: no se tenía por Abencerraje el que no servía dama, ni se tenía por dama la que no tenía Abencerraje por servidor.»
Los sentimientos del Abencerraje hacia su amada también son un ejemplo de el hombre como el centro de todo: «Si yo me anegase agora en esta fuente donde veo a mi señora, ¡cuánto más disculpado moriría yo que Narciso! Y si ella me amase como yo la amo, ¡qué dichoso sería yo!»
EL ABENCERRAJE
I
EXALTACIÓN DE LAS FACULTADES HUMANAS 
La exaltación de las facultades humanas (razón, sentimiento, instintos) está presente a lo largo de toda la novela. Claro ejemplo de ello lo encontramos en Don Rodrigo de Narváez, “notable en virtud y hechos de armas”, cuando éste habla a sus soldados: no muestra su autoridad y es por medio de la razón que infunde en ellos el sentimiento que les lleva a desarrollar sus instintos. Así pues, al dirigirse a ellos les “consulta”, no les “impone”.
«Paréceme, hijosdalgo, señores y hermanos míos, que ninguna cosa despierta tanto los corazones de los hombres, como el continuo ejercicio de las armas, porque con él se cobra experiencia en las propias, y se pierde miedo a las ajenas. Y de esto no hay para qué yo traiga testigos de fuera; porque vosotros sois verdaderos testimonios. Digo esto, porque han pasado muchos días que no hemos hecho cosa que nuestros nombres acreciente, y sería yo de dar mala cuenta de mí y de mi oficio, si teniendo a cargo tan virtuosa gente y valiente compañía dejase pasar el tiempo en balde. Paréceme (si os parece), pues la claridad y seguridad de la noche nos convida, que será bien dar a entender a nuestros enemigos, que los valedores de Alora duermen. Yo os he dicho mi voluntad, hágase lo que os pareciere.»
Otro ejemplo lo hallamos en la reacción de Don Rodrigo de Narváez cuando vio la valentía del moro.
«….y viendo la valentía del moro quedó espantado, porque de los cinco escuderos tenía a los cuatro en el suelo, y el otro casi al mismo punto. Éste le dijo: — Moro, vente a mí, y si tú me vences, yo te aseguro de lo demás.»
Una reacción sentimental encontramos en la frase: «y usando en aquel punto de su acostumbrada virtud, le ayudó a levantar…» Y ejemplo de hidalguía, caballerosidad y nobleza son las siguientes palabras que Don Rodrigo le dedica al Abencerraje:
«Caballero, mirad que el prisionero que en la prisión pierde el ánimo, aventura el derecho de la libertad. Mirad que en la guerra los caballeros han de ganar y perder; porque los más de sus trances están sujetos a la fortuna; y parece flaqueza que quien hasta aquí ha dado tan buena muestra de su esfuerzo, la dé agora tan mala. Si suspiráis del dolor de las llagas, a lugar vais do seréis bien curado; si os duele la prisión, jornadas son de guerra a que están sujetos cuantos la siguen. Y si tenéis otro dolor secreto, fiadle de mí, que yo os prometo como hijodalgo de hacer, por remediarle, lo que en mí fuere.»
La descripción de la muerte de los Abencerrajes hecha por el moro a Don Rodrigo es también un claro ejemplo de la exaltación de las facultades humanas: el Rey se deja llevar por los instintos, el dolor, la tristeza del pueblo, padre, madres hermanos son descritos de tal forma que el lector no puede hacer otra cosa que estremecerse: «...y toda la gente común alzaba un tan grande y continuo alarido...»
II
VALORACIÓN DE LA VIDA TERRENA Y NO SOLAMENTE DE LA SOBRENATURAL
La primera impresión que nos formamos acerca del Abencerraje es la de una persona feliz que disfruta de la vida, pues cuanto nos describe lo va entonando en una canción la cual sugiere que se encuentra feliz.
«En este hábito venía el moro, mostrando gentil continente, y cantando un cantar que él compuso en la dulce remembranza de sus amores, que decía: "Nascido en Granada, criado en Cártama, enamorado en Coín, frontero de Alora." Aunque a la música faltaba, el arte no faltaba al moro contentimiento; y como traía el corazón enamorado, a todo lo que decía daba buena gracia.»
III
VALORACIÓN DE LA NATURALEZA EN LA VIDA Y EN EL ARTE 
En toda la obra nos podemos dar cuenta del estilo de vida que tenían los personajes, se habla mucho de sentimientos, se detalla la forma de pensar y actuar de los distintos actores y no se tienen en cuenta sus posesiones y se hace mención al cargo que ocupan para situarlos en la novela pero no se le da mas importancia que a las actitudes. 
«yo quedé como quien caminando por unas fragosas y ásperas montañas se le eclipsa el sol.» 
Y en el fragmento anterior, no falta la descripción de situaciones, comparándolas con la naturaleza.
IV
INFLUENCIA DECISIVA DEL CONCEPTO CLÁSICO DEL MUNDO 
Al describir al moro, que se acercaba, el autor le describe con idea de perfección, como una figura armónica, bella, que cabalga con su jinete, pulcramente ataviado.
«…vieron venir por donde ellos iban un moro en un caballo ruano: él era grande de cuerpo, y hermoso de rostro, y parecía muy bien a caballo. Traía vestida una marlota de carmesí, y un albornoz de damasco del mismo color, todo bordado de oro y plata.
Traía el brazo derecho regazado, y labrado en él una hermosa dama, y en la mano una gruesa lanza de dos hierros. Traía una adarga y cimitarra, y en la cabeza una toca tunecí, que dándole muchas vueltas por ella, le servía de hermosura y defensa de su persona…»
 
ANON. [LÓPEZ ESTRADA, F. (Editor literario)]. El Abencerraje. Ed. Catedra (Col. Letras Hispánicas), Madrid, 2005. 264 pp.  El libro titulado «El Abencerraje y la hermosa Jarifa» narra un hecho que se sitúa en la frontera andaluza entre los moros y cristianos en el siglo XV, atribuido a Rodrigo de Narváez, alcaide de Antequera; la narración es una novela corta en la que se cuenta la generosidad del alcaide cristiano para con un caballero moro, Abindarráez, de la familia de los Abencerrajes, al que vence con las armas y luego deja libre para que pueda ir a sus bodas con Jarifa. Impreso en varias ocasiones, se recoge aquí la mejor versión literaria de la novela, publicada en el «Inventario» de Antonio de Villegas (1565), junto con los romances que fueron apareciendo sobre los protagonistas del suceso contado. En conjunto, la novela y los romances representan una obra literaria que el lector percibe como una lección de generosidad del caballero cristiano para con el moro; esta lección también puede interpretarse como un signo de tolerancia entre las" leyes" (religiones, situaciones culturales) que se habían enfrentado en la Edad Media en España y, en este caso, en Andalucía. El Abencerraje puede considerarse como uno de los orígenes de la figura del moro noble que habría de proyectarse sobre la literatura europea.