Hambre, de Knut Hamsun


Este libro llegó a mis manos gracias a la recomendación de un amigo. No obstante, había salido publicado, pocos días antes, un magnífico artículo hablando de esta obra y de su autor [1]. Knut Hamsun, autor de Hambre, nació en Vågå (Noruega) en 1859. Toda la popularidad de la que gozaba antes de la Segunda Guerra Mundial se fue al traste debido a su apoyo al régimen nazi. Lo sé, me busco autores muy simpáticos.
Hamsun fue uno de los pioneros de la literatura psicológica con técnicas de corriente de conciencia y monólogo interior, presentes también en obras de Joyce, Proust, o Virginia Woolf. De su novela llaman la atención dos factores principales: el carácter imprevisible de la narración (debido muchas veces a la personalidad díscola de sus personajes y a la suya propia) y la belleza hipersensible de su prosa, que rebosa frescura y poesía [2].
Uno se ve a sí mismo acostado en aquella buhardilla a las seis de la mañana y, a continuación, siente que vaga con el estómago vacío por Christiania, nada más empezar la historia. Le envuelve a uno, además, cada palabra y, salvo que el lector posea una verdadera incapacidad para identificarse con otro ser humano, ha de sentirse, por fuerza, profundamente absorbido por cada circunstancia e interpelado por cada situación a la que se ve sometido tan singular personaje. Mezcla de angustia y desatinos cómplices.
Hambre nos cuenta la particular historia de un escritor vagabundo en un otoño de penurias. Las tortuosas vivencias del joven, cuyo nombre se empeña el autor en no desvelar jamás, se suceden a lo largo de paseos, encuentros fortuitos y alguna que otra situación casual, que le obliga a relacionarse no sólo con otros personajes, casi tan singulares como el propio escritor errante, sino también con canes, aves e insectos. Observando, con sumo interés, además, el proceder de estos y también el de las plantas… Sin apelativo alguno que le identifique, podremos, sin embargo, conocerle a través de la fascinante percepción que advierte él mismo en los personajes con los que se cruza en su caminar sin rumbo. Se nos informa de su condición de articulista, de escritor; de su hambre, de su orgullo, de que porta unas gafas, unos pantalones ajados a la altura de las rodillas, un chaleco, que empeña al inicio de la historia, y un lapicero cuya importancia comprendemos, más allá del pretendido desdén con que trata de mostrárnoslo el autor.
—Buenos días. ¿Ah, es usted? —dijo afablemente—. Siéntese.
Si me hubiera señalado la puerta, me habría producido mejor efecto.
En una ocasión, habiéndose levantado a las cinco de la mañana y bajo el influjo de la inspiración, escribe unas catorce o quince hojas que luego copia en cuartillas. En la novela, sus escritos, los títulos que se le ocurren y los nombres a que tiene acceso el lector, parecieran formar parte de un particular juego de acertijos: Christiana, Hans Pauli, Ylajali, Happolati, Tangen…, pero no es así. Están justificados, no sólo los topográficos; los otros, los que hacen referencia a los personajes y a los títulos de obras, también. Algunos son invenciones, claro, del todo disparatadas (salvo, quizá, la mención a Dios cuando se encuentra en un banco, cerca de la Plaza de los Estudiantes o cuando le da gracias en su cuarto, en voz alta, por lo que había logrado escribir esa misma mañana). El nombre de Christiania responde a la denominación con que fue conocida la ciudad de Oslo hasta 1925 y los nombres de las personas que lo conocen y a quienes él conoce son bastante corrientes: Gundersen, G. Zacarías Bartel, Levison… y, por tanto, creíbles.
El escritor errante de Christiana es un gran observador, pero insolente, a veces y otras, cruel. Lo mismo consigue dinero para un guarnecedor de calzado cojo, que critica sin piedad a una mujer desdentada con la que se cruza en la calle. Sigue a dos jóvenes distinguidas (se enamora de una de ellas y la adjudica el imaginario nombre de Ylayali), posteriormente se ensaña con un hombre medio ciego por insistir en seguirle el juego. El hambre que sufre el protagonista es descrito por el autor de forma brutal, tanto que uno siente náuseas en más de una oportunidad. El escritor errante no halla un empleo, pasa frío y trata de vender incluso los botones del chaleco que empeñó. Le debe dinero a su arrendadora y, aunque ve reconocido su trabajo, lo poco que le pagan por escribir sus artículos en algunos periódicos es del todo insuficiente para llevar una vida más o menos confortable. Posee el protagonista, además, una irritante ética que le obliga a ayudar a otros cuando él es quien necesita ayuda. Rechaza, a su vez, toda ayuda que considera atenta contra su dignidad. Uno odia por momentos a este personaje, pero el autor le salva, inexplicablemente, una y otra vez, página a página; en un deseo, me parece a mí, si me permite el lector la licencia, casi morboso por torturarlo, por destruirlo del todo.
Hambre muestra los valores, principios y circunstancias del ser humano en este mundo despiadado. El estilo directo llevado a cabo por el autor es magnífico en cuanto que consigue desesperar al lector, sometiéndole a escuchar la voz personal y obsesiva de su protagonista. Porque, sin duda, el lector se introduce en la mente del personaje principal que posee una muy particular visión de la vida.
HAMSUN, Knut. Hambre (2.ª ed.) Ediciones de la Torre, Madrid, 2004. La sinopsis de este libro nos advierte, sin preámbulo alguno, que el protagonista no tiene nombre, no tiene edad, no sabemos nada de su origen o de su familia. Es un hombre sin pasado, arrancado, como una planta, de su contexto y lanzado al anonimato y la hostilidad de la gran ciudad. Una ciudad, una sociedad, éstas en las que nos movemos, donde el individuo siente con más fuerza su soledad en medio de la multitud, y donde, si queremos comprender a la persona, habremos de prestar atención, como el propio Hamsun decía, a los “secretos movimientos que se realizan inadvertidos en lugares apartados de la mente.” Primera obra del autor, plasma en ella, con su personaje principal, un alto grado de desestabilidad emocional, similar a la que Kafka muestra en sus obras. La historia corresponde a un relato en primera persona, en donde el personaje ficticio Widel-Jarlsberg narra la miseria en la cual se encuentra sumergido, debido a la carencia de un trabajo estable, sumado a la difícil situación que se vive en la ciudad de Christiania. Su personaje principal, complejo, intempestivo, apasionado y asocial, siente un dolor profundo por su inadaptación.
NOTAS
[1] La extraña vida de la mente de un hambriento muy particular (Blog literario En lengua propia, de Jaime Fernández. Martes, 7 de abril de 2015)
[2] Biografías y vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Knut Hamsun.