El Helenismo y la cultura grecolatina

ÉPOCA HELENÍSTICA
SU CARÁCTER UNIVERSALISTA
A la muerte de Filipo en 336 a.C., le sucede en el trono de Macedonia su hijo Alejandro, que nace en el 356, y muere en Babilonia en 323. Educado por su padre para la política; discípulo de Aristóteles en las más diversas ciencias; lector infatigable de la Ilíada, que consideraba como la más perfecta guía militar, la vida fulgurante de Alejandro Magno hace de él el más grande genio militar de la antigüedad. En trece años de actividad guerrera domina totalmente Grecia, dividida en múltiples estados y ciudades; conquista toda el Asia Menor, invade Egipto, vence al inmenso Imperio Persa y lleva a cabo su asombrosa expedición a la India. Generoso y magnánimo, el valeroso guerrero respetó las leyes y religiones de los vastos países que conquistó; fundó ciudades —como la famosa Alejandría—, y extendió por toda el Asia la cultura griega, al mismo tiempo que da a conocer a los griegos toda la sabiduría oriental. Este fecundo intercambio dará a su época y a la que sigue a su muerte un carácter universalista de gran trascendencia. La hegemonía de Atenas se desplaza a otras ciudades helénicas, a Alejandría, Pérgamo, Siracusa o Rodas, que en los siglos III y II a.C. pasan a ser brillantes centros de cultura. La más importante de todas fue la primera, cuya Biblioteca, que puede considerarse la más rica y valiosa de toda la antigüedad, llegó a reunir hasta 700.000 volúmenes. Sus bibliotecarios —los famosos gramáticos, semejantes a los humanistas del Renacimiento— influyeron extraordinariamente en los estudios críticos y filológicos. Atenas a pesar de todo, conservaba aún el prestigio de su nombre y la aureola de su antigua grandeza.. A sus escuelas —cuya autoridad y fama sobrevivió hasta la invasión de Grecia por los roma nos—, acudían numerosos extranjeros, para aprender el griego y conocer, en sus propias fuentes, las doctrinas de Platón y Aristóteles. 
La actividad literaria en este período fue intensa, e incalculable el número de escritores y sus obras; la literatura gana en difusión y extensión lo que pierde en intensidad. La forma es impecable, tan perfecta como en siglos anteriores, pero carece de auténtica y natural inspiración, de elevación en las ideas y sinceridad en los sentimientos. No es época de creación original, sino de reflexión, imitación y compilación.
La poesía épica y la poesía lírica. El principal representante de la poesía épica es Apolonio de Rodas (295-215), autor de la Argonáutica, poema épico de grandes ambiciones que tiene por asunto la expedición de Jasón y los argonautas en busca del vellocino de oro, y en el cual su autor imita deliberadamente los poemas homéricos, sin lograr su espontánea simplicidad ni su fuerza descriptiva. Por su parte, la poesía lírica logra intenso cultivo, pero peca de mera imitación, de falta de espontaneidad y de excesiva erudición. Su forma predilecta es la elegía, en su modalidad actual, de composición amorosa y melancólica. Calímaco de Cirene (310-240), sabio gramático y poeta, es autor de himnos épicos, tiernas elegías e ingeniosos epigramas. Teócrito de Siracusa, su contemporáneo, es el creador de la poesía bucólica, género que reproduce, en breves diálogos, los sentimientos, generalmente amorosos, de los pastores. Sus treinta y nueve Idilios, graciosos bocetos copiados del natural, reproducen escenas pastoriles, campestres o marítimas; describen los sencillos caracteres de sus interlocutores, así como sus amores, deseos y afanes. En ellos, ofrece una visión arcádica de la vida campesina, con gratos colores y atractivos, que han de lograr extraordinaria fortuna en las posteriores literaturas de Occidente. Aunque no logran su simplicidad y naturalidad, son felices imitadores suyos Bión de Esmirna, autor del Canto fúnebre a la muerte de Adonis, y Mosco de Biracusa, que escribe El rapto de Europa
La comedia. A la época helenística corresponde la comedia nueva, de carácter docente y moralizador que sirve de modelo a la comedia latina. Su acción, artificiosa, trata de lograr el interés del espectador mediante raptos y fugas, semejanzas físicas, reconocimientos extraños, encuentros al cabo de años creando falsas situaciones dramáticas; su diálogo, vivo, intercala sentencias e imágenes del agrado del público. 
El más famoso de los comediógrafos fue MENANDRO, de Atenas (340-292). Escribió numerosas obras, de las cuales sólo se conservan fragmentos. No gozó de mucha estimación entre sus contemporáneos, pero en cambio influyó grandemente —con otros autores de su tiempo— en Plauto y Terencio, que toman de él muchos de los asuntos, conflictos, tipos y aun pasajes enteros de sus comedias. El arbitraje, El labrador y otras comedias suyas se caracterizan por su finura de observación, por la certera expresión de los afectos y pasiones, por la pintura de los caracteres y la simplicidad de las formas. 
La Filosofía: estoicos y epicúreos. A comienzos del siglo III, y al margen de las escuelas que continuaban más o menos fielmente las doctrinas de los discípulos de Sócrates, surgen dos nuevas escuelas filosóficas que persiguen fines prácticos, morales, aplicables a la misma vida del hombre. Z'ENON de Citium (Chipre) (336-264) funda la escuela estoica, llamada así por la Stoa, pórtico en el cual daba su enseñanza. El estoicismo, que influyó grandemente en los siglos posteriores, propugnaba la impasibilidad e indiferencia del sabio frente al mundo. EPICURO de Samos, funda su escuela en Atenas el año 306. Sus doctrinas —torpemente interpretadas en siglos posteriores—, sostenían que los placeres radicaban no en el goce de los sentidos, sino en el cultivo del espíritu, en el ejercicio de la inteligencia y en la práctica de la virtud.
ÉPOCA GRECOLATINA
GRECIA BAJO EL DOMINIO DE ROMA
Con la toma de Corinto por los romanos en 146 a.C., Grecia pierde su libertad e independencia, y Roma se convierte en centro del mundo; su imperio se extiende desde las costas occidentales de España hasta el interior del Asia, y desde Germania hasta el norte de África. Pero si Roma es la nación conquistadora, Grecia, el país dominado será, al menos durante los primeros tiempos, quien vence por su sabiduría El idioma griego se constituye en el medio de expresión de las personas cultas. La cultura de los latinos tiene por base fundamental las artes y ciencias helénicas. Subsisten las escuelas filosóficas, que influirán en el pensamiento romano, de igual modo que los poetas griegos serán el modelo permanente de los latinos. Roma viene a ser, por todo ello, una colonia intelectual de Grecia, como lo fue Alejandría en su época.
HISTORIA 
Después de Tucídides y Jenofonte, la historia no vuelve a contar con una gran figura hasta la aparición de Polibio (201-120). Nace en Megalópolis de Arcadia, pero al ser vencida Grecia por los romanos, es traído a Roma, donde fue preceptor de Cornelio Scipión, más tarde con¬quistador de Cartago y Numancia. Acompañó al prestigioso caudillo en muchas de sus expediciones (Egipto, España) y además viajó por las Galias y Asia. Su posición privilegiada que le permitió ser testigo presencial en los momentos y lugares decisivos, su conocimiento de las condiciones políticas que movían los acontecimientos, su objetividad y sobriedad de estilo, su minuciosa documentación, hacen de Polibio uno de los maestros de la historiografía, y de su Historia, uno de los grandes modelos del género. 
FILOSOFÍA 
La filosofía del período greco-romano, durante la cual continúan su actividad las antiguas escuelas, se renueva con la aparición del neoplatonismo, que surge en Alejandría. Una de las personalidades más atrayentes de la época, es Plutarco de Queronea (50-125), que fue educado en Atenas, vive en Roma en tiempo de Trajano y se retira pronto a su patria, donde se consagra a sus escritos. Posee una doble personalidad de filósofo, reflejada en sus Moralia, que tratan de los más diversos temas (ética, política, metafísica), y de historiador, de la que son fruto sus Vidas paralelas, cuarenta y seis biografías de personajes griegos y romanos, que alterna y compara. Magnífico narrador, no se limita a acumular datos o hechos, sino que extrae de cada uno consecuencias políticas o morales, logrando un trasunto real de cada figura. La figura más sobresaliente del neoplatonismo es Plotino (204-270), egipcio educado en Alejandría, que después de largos viajes, se estableció en Roma, donde fundó un círculo filosófico. Su discípulo PORFIRIO, que muere en 304, publicó sus obras con el título de Enéadas y escribió una Vida de Platino. La influencia del neoplatonismo fue muy intensa en el pensamiento cristiano y en la filosofía. Al siglo III pertenece también Diógenes Laercio, curioso expositor de la filosofía griega en sus Vidas, doctrinas y máximas de los filósofos célebres, libro de gratísima lectura. 
Un importante escritor de la literatura griega de la decadencia es Luciano de Samosata (Siria) (125-185). Luciano, genial escritor satírico, supera a Aristófanes por la amplitud y universalidad de los temas, por su formación filosófica y por su ingenio ático. Observador agudísimo, escéptico, pone en ridiculo la filosofía y politeísmo griegos, y las costumbres y usos de su tiempo. Entre sus diálogos —forma que adopta preferentemente— deben recordarse los Diálogos de los dioses y Diálogos de los muertos, que influirán mucho durante el Renacimiento europeo. En España, son admirables imitadores de Luciano los hermanos Valdés (siglo XVI). 
NARRACIÓN 
La aportación más original de la época greco-romana es, sin duda, la de la narración novelesca, desconocida de los antiguos. Más que el tema amoroso, estas narraciones desarrollan asuntos fantásticos y maravillosos; aventuras de viaje, fugas, raptos y liberaciones de muchachas, esposas o esclavas, extraños encuentros y reconocimientos después de muchos año (la anagnórisis), lo que convierte en inverosímil su acción. Tampoco el genero analiza y desmenuza los caracteres ni nos ofrece la vida intima de los personaies, reducido a la anécdota, al argumento trepidante, pero las descripciones son vivas y coloristas, apasiona el asunto y son interesantes las observaciones filosóficas y morales que se intercalan. De la amalgama de todos estos elementos surge un tipo de relato que se conoce con la denominación —no del todo exacta— de novela bizantina. A este tipo de novelas pertenecen las del sirio Yamblico (siglo II después de a.C.), que escribe sus Historias de Babilonia, al que sigue en el siglo III Heliodoro de Emesa con sus Historias etiópicas de Teagenes y Clariclea, que van a servir de modelo a la Historia de Leucipo y Clitojonte, de Aquiles Tacio. Durante la Edad Media, se difundió por toda Europa la Historia de Apolonio de Tiro, que dio origen en España al Libro de Apolonio (siglo XIII). La sugestión del género bizantino alcanzará a Cervantes (Trabajos de Pensiles y Segismunda). De distinto carácter, y como evidente derivación del idilio, escribe Longo (siglo IV-V) de Mitilene, en la isla de Lesbos, su deliciosa novela pastoril Dafnis y Cloe, que inaugura un nuevo tipo de narración, al mezclar poesía y realidad, dando mayor complejidad psicológica a sus personajes. 
RELIGIÓN 
Al producirse la expansión del Cristianismo, es el idioma griego el que sirve de expresión a sus grandes escritores. Ya sabemos que el Nuevo Testamento fue escrito en griego en casi su totalidad, hecha excepción de algunos pasajes en arameo; y en griego escriben asimismo los primeros Padres de la Iglesia. Del siglo II y III son Clemente de Alejandría y su discípulo Orígenes; del siglo IV, Basilio y Gregorio Nazianceno; del siglo V, Juan Crisóstomo, todos ellos figuras de altísimo relieve intelectual, que escribieron obras apologéticas y polémicas o se distinguieron en la predicación. Aunque la literatura griega de los primeros cristianos termina por extinguirse, al fundirse con la literatura latina, el idioma griego sigue siendo durante más de once siglos el medio de expresión de la literatura bizantina. El imperio romano toma el nombre de Imperio bizantino a partir de Constantino I el Grande (274-337), el cual trasladó su capitalidad a Bizancio, que se llamó desde entonces Constantinopla en honor suyo. A la muerte de Teodosio el Grande (348-3951 y separarse del imperio romano, se le denominó Imperio de Oriente, que subsistió independientemente hasta la toma de Constantinopla por los otomanos en 1453, dando lugar a la actual Turquía. Constantinopla pasó a llamarse Istambul. La literatura bizantina, no presenta figuras destacadas, pero hay que agradecerle, en cambio, la intensa y amplia labor realizada por sus eruditos, que conservaron celosamente las tradiciones culturales de la Grecia clásica. La caída de Constantinopla en poder de los turcos dio lugar a que muchos de sus sabios se refugiaran en Italia, a la que aportaron inmensos tesoros culturales de la antigüedad, que dieron lugar a la espléndida floración del Renacimiento. La importancia de este acontecimiento histórico se manifiesta en el hecho de que se haga comenzar en 1453 la Edad Moderna, aunque esta división sea discutible, ya que el descubrimiento de América en 1492 logra una mayor trascendencia universal, y es esta fecha la que realmente separa la Edad Media de la Moderna.
LANE FOX, Robin. Alejandro Magno, conquistador del mundo. El Acantilado, n.º 155, 2013. Trad.: Teresa Solana. Monumental y excepcionalmente bien documentada, esta biografía de Alejandro Magno se sumerge en el misterio de uno de los más extraordinarios personajes de la historia, feroz conquistador de Asia y discípulo de Aristóteles, que terminó por sentar, a través de sus gestas, las bases mismas del helenismo. Lejos de ofrecer una mirada romántica y fantasiosa de la vida de Alejandro, Lane Fox recupera, con un lenguaje de insuperable maestría, todos los matices de una época histórica, desde las tácticas de batalla hasta las costumbres culinarias y sexuales, y nos acerca así a la dimensión humana de uno de los más grandes mitos de la historia de la humanidad. El rigor en el manejo de las fuentes, la capacidad de penetración psicológica y la elegancia narrativa de que el autor hace gala convierten su retrato del monarca macedonio en una obra destinada a perdurar.
CANTARELLA, Raffaele. La Literatura Griega de la época helenística e imperial, Losada, Buenos Aires, 1972. El término “helenismo”, que en griego significa en sentido genérico “imitación de la cultura griega” y, en sentido más estricto, “forma griega pura y correcta”, designa, a partir de Juan Gustavo Droysen que fue su gran historiador (1808-1884), el período de expansión de la cultura griega en Oriente, caracterizado, precisamente, por la fusión de elementos griegos con elementos orientales. Este fenómeno histórico se produjo como resultado de la conquista de Alejandro Magno (356-323 AC) quien, habiendo sucedido a su padre Filipo de Macedonia en el año 336, entre les años 334 y 324, después de haber conquistado el imperio persa, llevó las armas griegas al corazón de Asia, hasta el curso del Hipaspis (hoy Beas, afluente del sur del Indo) e incluso hasta el Pendjab, sojuzgando los territorios correspondientes a las actuales Turquía asiática, Siria, Iraq, Irán; y Egipto hasta Assuán. La muerte prematura de Alejandro mostró muy pronto la fragilidad de esta construcción demasiado grandiosa. Después de un período de intrincadas y encarnizadas luchas entre los sucesores (diádocos) de Alejandro y posteriormente entre sus descendientes, su herencia, alrededor del 275, aparece dividida en tres grandes estados: 1) Egipto (y parte de Siria) de los Ptolomeos; 2) la Grecia continental (salvo la parte central, de las ligas etolia y aquea, y Esparta, que era independiente) formaba el reino de Macedonia; y 3) el reino de los Seléucidas, que comprendía aproximadamente la parte asiática.